El domingo 19 de junio se dieron cita los colombianos en las urnas para elegir el gobierno que dirigirá los destinos del país por los próximos cuatro años. La disputa final se dio entre dos candidatos alejados de los partidos y las elites políticas que tradicionalmente han gobernado al país. Por un lado, Rodolfo Hernández quien, con su campaña basada en redes sociales y su mensaje corto y claro en contra de la corrupción, logró superar a quién era el favorito para pasar segunda vuelta, Federico Gutiérrez, el candidato oficialista. Por el otro lado, el candidato que había liderado las encuestas por varios meses, Gustavo Petro, y que venía de perder la segunda vuelta de 2018 con Iván Duque, el actual presidente de Colombia.
Los resultados de la elección, tal como lo presagiaban las encuestas, fueron apretados y dieron como ganador a Gustavo Petro y su fórmula vicepresidencial Francia Márquez. Estos resultados representan un punto de inflexión en la historia política de Colombia debido a que por primera vez esta será gobernada por un presidente de izquierda, generando desconfianza entre sus opositores, pero representando la esperanza de un cambio con justicia social para sus votantes.
Gustavo Petro inició su carrera política después del proceso de paz entre la guerrilla M-19, movimiento en el cual militaba desde los 18 años, y el gobierno de Virigilio Barco, en 1990. Desde ese entonces, Petro ha ejercido cargos de elección popular, como representante, senador y alcalde mayor de Bogotá entre 2012-2015. En este periodo llevó a cabo varias políticas transformadoras, entre ellas una de las más controversiales: cambio en el sistema de recolección de basuras donde buscaba que el aseo de la ciudad estuviera a cargo del distrito y que se incluyeran a los recicladores como actores de la cadena de valor. La implementación no resultó como se esperaba y terminó con la destitución del alcalde, quien después de acudir a una corte internacional volvió a su cargo.
Gustavo Petro no llegará a gobernar solo, su fórmula vicepresidencial Francia Márquez lo acompañará. Seguramente tendrá un rol protagónico en el futuro gobierno toda vez que su liderazgo es indiscutible y representa la Colombia que históricamente se ha sentido olvidada por el Estado. Márquez ha sido reconocida a nivel internacional por su lucha por la defensa del medio ambiente. Además de vicepresidenta, asumirá la creación y puesta en marcha del Ministerio de la Igualdad, según lo ha propuesto Gustavo Petro. Desde allí liderará políticas sociales a favor de las poblaciones más vulnerables y discriminadas del país. Márquez es la primera mujer afrodescendiente que llega a la vicepresidencia y aseguró en su discurso del domingo, que este será un gobierno popular.
Esta elección resulta un gran cambio en la política colombiana, no solo porque la izquierda llegará al poder, sino también porque se consolida una verdadera alternancia. Es decir, se abre la puerta para que las distintas fuerzas políticas puedan, de forma legítima y pacifica, acceder al poder; que de un gobierno progresista se pueda pasar a uno conservador, siempre y cuando ese cambio se dé en el marco de la democracia y la institucionalidad. Esto que parece normal en una democracia y que, en otros países como Chile, Uruguay, Brasil, entre otros., se había dado de manera fluida, en Colombia no había ocurrido; el país siempre ha estado gobernado por una clase política organizada en partidos mayoritariamente asociados a la centro derecha. Justamente, según analistas y expertos, esa clase política fue castigada en las urnas durante la primera vuelta presidencial -realizada en mayo-, ya que la mayoría de los votantes optó por candidatos que representaban un cambio y estaban alejados de los partidos tradicionales. Esto se tradujo en la derrota del candidato oficialista que contaba con el respaldo del establecimiento.
Otro de los temas que ha sido objeto de análisis poselectoral, y que quedó en evidencia con los resultados, es la profunda polarización y división que vive el país, la cual se acentuó con la propagación de información en redes sociales durante la campaña, tal como ocurrió en el plebiscito por la paz en 2016. Por ello, no sorprende que parte importante del electorado, con argumentos o sin ellos, desconfíe de las propuestas de corte progresista de Gustavo Petro, por asociarlas al modelo fallido de su vecina Venezuela.
Pese a los intentos de Petro de contrarrestar y neutralizar esos temores, asegurando en todas sus intervenciones que su gobierno no buscará expropiar bienes a privados o implementar un modelo socialista en Colombia y además de comprometerse a entregar el poder una vez terminado su periodo de cuatro años, conforme a lo establecido en la constitución. No logró disipar toda la desconfianza existente en torno a su programa, y eso quedó en evidencia con la alta votación -más de diez millones y medio de votos- que obtuvo su contrincante Rodolfo Hernández. Cabe destacar que esta elección contó con una alta participación, el 58% de habilitados para votar ejerció su derecho y la diferencia entre los dos candidatos fue del 3% (50% Petro y 47% Hernández)
Así las cosas, el gobierno que tomará las riendas del país a partir del 7 de agosto del presente año llega a un país donde la mayoría, cerca del 70% (según datos de la encuesta Invamer de mayo de 2022) desaprueba la gestión del actual mandatario, y esperan que el nuevo gobierno trabaje desde el primer día en reducir la pobreza y la desigualdad, garantizar el acceso a la educación y salud, proteger al medio ambiente, fortalecer de las instituciones públicas y avanzar en la implementación del acuerdo de paz, entre otros objetivos.
Pero sin duda uno de los grandes desafíos del gobierno entrante será trabajar por la unidad de un país fracturado por los largos años de violencia que ha vivido en su historia reciente. En este sentido, Petro dio un paso en esa dirección; convocando en su discurso triunfal a todas las fuerzas políticas a generar un gran acuerdo nacional para trabajar de manera conjunta por el bienestar y la reconciliación del país. Por su parte los opositores, en una actitud democrática, aceptaron el triunfo de Petro el mismo día de las elecciones y se mostraron receptivos a sentarse y conversar con el presidente electo.
El empalme entre gobierno entrante y saliente inició de inmediato, con reuniones bilaterales, al tiempo que empezó a configurarse el nuevo mapa político del país, donde las fuerzas parlamentarias se organizaran de acuerdo con su relación con el nuevo gobierno, entre oposición, oficialismo e independientes. Las expectativas son muy altas y en un país que le perdió el miedo la alternancia en el poder, los que hoy eligieron al próximo gobierno – con un mandato claro -, pueden ser los mismos que en cuatro años (basado en su desempeño) lo castiguen en las urnas, porque así funciona la democracia.