La lengua de viaje de Esther Andradi (Editorial Buena Vista)
La lengua materna, ese lugar de resistencia
El entramado de textos está ligado por etimología al arte de tejer, data de la Edad de Hielo y era practicado por mujeres, que al calor de la lumbre tramaban los tejidos y las historias. Cada puntada una palabra, cada lazada un nexo entre lo que ya es y lo que será cuando se termine la tarea. La cadencia de las lazadas que retornan a un punto para saltar más allá, una y otra vez, es la cadencia con la que se cuentan las historias en el nuevo libro de Esther Andradi.
Una estructura que concatena las experiencias propias con las de variados actores, sus pares, sobre todo mujeres, desplazadas por diferentes razones a otros sitios con otras lenguas, en distintos momentos históricos y políticos, que, sin embargo, tienen un hilo común que las une; que se estira, se transforma, se tensa, pero que, por sobre todas las cosas, siempre resiste: la lengua materna. Esa lengua que nos representa aun en situaciones que nos enmudecen o incluso en aquellas donde pareciera que es lo único o lo último que nos queda de nosotros mismos.

Imagen: Cortesía Esther Andradi Basada en el Óleo “Homenaje” de Cecilia Boisier
La lengua materna, ese lugar de resistencia
Esther Andradi narra cómo su lengua materna fue forjándose en la asociación de letras y de espacios físicos habitados en la infancia, de palabras con significado propio indisociable de las emociones que los convirtieron en una amalgama. La casa en L, pura sencillez, la casa en H que inauguró los huecos mudos de la existencia, las ausencias. Así la lengua se va volviendo tan nuestra como los espacios, las emociones y los momentos que vivimos, y que nos llevamos a donde sea que vayamos. Viaja con nosotros al emigrar, tiñe todo lo que toca, sazona las ausencias y resignifica lo incomprensible de todo lo nuevo que encontramos. Porque, como dice la escritora argentina Angélica Gorodischer, citada en el ensayo; “No se escribe con la pasión sino con el recuerdo de esa pasión”. La lengua materna ha codificado nuestra forma de entender el mundo y desde allí seleccionamos lo que vamos a recordar y cómo.
Reseña:
La lengua de Esther Andradi viaja en 1975 primero desde Argentina a otro castellano, el del Perú y luego al alemán del Berlín occidental de los años ochenta; otra realidad, una de nuevas libertades, de apertura cultural, de hierba fresca de una era en la que los jóvenes se atrevieron a soñar un mundo mejor, más justo para todos. Un espacio que le generó gran interés y la llevó a aceptar el reto de inventarse una existencia en otro idioma. Porque la situación de migración enfrenta al viajero con la orfandad súbita del lenguaje, que ya no se tiene a mano para resolver lo cotidiano, lo que se tiene es la falta. Es la incomprensión de Babel, ese desamparo, pero que genera a la vez el deseo —paralelo al de aprender e integrarse— de pervivir y de seguir siendo uno mismo, es decir, despierta la resistencia desde la propia cultura, desde la identidad y la lengua materna. Porque la lengua materna es madre y es mujer, es capaz de engendrar, de crear, de revelarse y generar cambio. Y de todas estas cosas hablan las distintas historias, aquí plasmadas, de escritores migrantes, de mujeres valientes y vanguardistas, poetas, feministas, que intentaron cambiar el mundo más allá de las fronteras del lenguaje.
La autora dedica crónicas a Herta Müller, Juana Manuela Gorriti, Helena Araújo, W. G. Sebald, María Bemberg, May Ayim, Witold Gombrowicz, y se detiene particularmente en la inspiradora historia de Flora Tristán, cuyo legado fue ignorado por mucho tiempo, su libro “Peregrinaciones de una paria” fue traducido al castellano en Perú cien años después de su publicación original en idioma francés. Son de alguna manera, independientemente del tiempo y los espacios, sus compañeros de viaje; quienes han vibrado con emociones similares arrancadas por el exilio, la soledad, la incomprensión, la identidad dual o dividida, las raíces echadas en distintos continentes.
Dice Esther Andradi que al principio uno traduce todo a su alrededor desde la lengua materna y es un ida y vuelta de buscar y encontrar palabras que coincidan. Pero los significados nunca son unívocos porque siempre están cargados con el bagaje cultural de los hablantes. A veces uno solo encuentra el vacío. Ella escribe: “No hubo forma de plasmar en la lengua de residencia las sensibilidades de la recién llegada. Y sin embargo, la lengua de residencia recibe, rechaza, golpea, penetra. No se la puede ignorar.”
Produce inevitablemente cambios y al final el idioma materno muta en algo distinto a aquel de antes de la migración, ya que lo atraviesan significados de la nueva lengua. Eso se evidencia en la forma en que la autora de esta recopilación de artículos y crónicas escribe; en esa transmutación a lo largo de más de cuarenta años de derroteros lejos de su patria, en los que otros idiomas compartieron su boca con el español rioplatense, y otras realidades y formas de sentir fueron impregnando su lenguaje.
Estos escritos transparentan, también, su capacidad de captar cosas que otros no ven. “Mis crónicas son, casi siempre, una mirada sobre lo cotidiano, lo minúsculo, el detalle, al margen de los así llamados grandes acontecimientos, la mirada se centra en lo pequeño, en el borde, en lo invisible. En el zapato que queda en el sendero cuando los asesinos arrastran a Rosa Luxemburgo hasta su muerte; en el muchacho que se sube al muro e inaugura un nuevo mundo el 9 de noviembre de 1989 (…).”
En las descripciones que realiza, con ojo entrenado de fotógrafa y de periodista comprometida, capta en los resquicios de los relieves urbanos huellas incipientes de los procesos sociales y políticos que atraviesan su Berlín adoptivo. “El tiempo fue la medida entre lo cotidiano y la memoria, dice. Las crónicas escribieron el registro de la cotidianeidad en un mundo extraño, en ciudad ajena, pero su relectura, selección y ordenamiento me posibilitó capturar el movimiento, la transformación que se ha producido en la mirada observadora a través del tiempo”.

Foto: Crédito Alejandra Torres
Por ello este ensayo no deja de ser, entre otras cosas, un cuaderno de bitácora del proceso migratorio de la autora, un mapa de los derroteros de una alma inquieta, curiosa y aventurera. Un testimonio de que, frente a todos los vientos de cambio, los desafíos y las dificultades, la lengua materna es la que perdura y se adapta y es, sin lugar a dudas, la que resiste.
www.andradi.de
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