Durante los últimos años, estrellas de cine han causado revuelo por sus declaraciones y afirmaciones sobre las duchas y los baños diarios. Esto ha llevado a debates sobre lo que es correcto e incorrecto en cuanto a la higiene personal. ¿Será que realmente bañarse todos los días no es saludable?
¿Cuántas veces te imaginaste un encuentro cercano con tu estrella favorita e idealizaste ese encuentro, convirtiéndolo en una cita romántica y seductora? Pero halloo! ¿Qué puede tener de romántico estar con una persona que emana fragancias desagradables, por muy buena figura o rostro perfecto que tenga?
Durante los últimos años, estrellas de cine han causado revuelo por sus declaraciones y afirmaciones sobre su higiene. Por ejemplo Zac Efron, considerado como el ícono sexual masculino más grande del momento, confesó no ser amante de las duchas y agregó que después de jugar baloncesto prefiere permanecer sudado. Julia Roberts, guapa actriz que revolucionó a más de uno, no se avergüenza en reconocer que evita las duchas, depilación y el uso del jabón, argumentando el énfasis en mantener un estilo de vida “ecológico”. También los actores Ashton Kutcher y Mila Kunis admiten no bañar a sus hijos diariamente sino esperan hasta que estos huelan mal porque “realmente, no hay razón de ducharlos si no apestan”.
Estas declaraciones polarizaron a muchos ya que, si bien hoy en día, el baño diario es visto como algo muy común, normal y en cierto modo indispensable, pero esto no siempre fue así.
Una de las civilizaciones más antiguas y más florecientes, la Creta minoica, nos ha legado la bañera más antigua hasta el momento, ya que data del año 1700 antes de Cristo. Procede del palacio de Cnosos y su parecido con las bañeras de principios de siglo XX es asombroso, como también lo es el conocimiento que muestran en su avanzado sistema de suministro de agua y la distribución del espacio. El interés del mundo antiguo por el baño tiene concomitancias con la medicina y la magia.
También en la España musulmana estaba extendida la costumbre de bañarse, contando las casas de la burguesía y de la nobleza islámica con aposentos para aquel fin. Los baños públicos, reintroducidos en Europa por las cruzadas que regresaban de la Tierra Santa y por el contacto con el mundo árabe, se habían hecho populares en la Alemania y Suizas medievales, así como en Florencia, París y en menor medida Londres.
Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIV, los médicos comenzaron a desaconsejar los baños calientes por considerar que el agua podía facilitar el contagio de la peste. Ese temor al agua culminó en el siglo XVII, incluso en las clases más altas de la sociedad. El agua se rechazaba hasta tal punto que antes de la Revolución Francesa, París sólo contaba con nueve casas de baños, es decir, tres veces menos que a finales del siglo XIII. Es así como las prácticas de higiene eran rápidas, muy selectivas y se realizaban en seco.
Fue recién a partir de las primeras décadas del siglo XIX que se empezó nuevamente a generalizar el uso higiénico del agua. La búsqueda de curas a diversas enfermedades, ayudó a que el agua volviese a ponerse de moda.
Curiosamente, en el año 1767, William Feetham inventó la primera ducha. Se trataba de una estructura que incorporaba en su parte superior un tanque de agua accionado mediante una cadena. En la parte inferior, un desagüe conectado a una bomba que permitía reciclar el agua que había caído.
Hoy en día, a pesar de vivir en un mundo más globalizado y conectado a través de las redes sociales, existen aún un sin fin de opiniones y costumbres referentes al tema.
Por ejemplo, en Brasil, según una encuesta realizada en el año 2015 , los brasileños pueden llegar a ducharse hasta dos veces de media a la semana. En cambio los chinos, británicos y japoneses van a la ducha cinco veces por semana. En Alemania, la higiene diaria no es costumbre mayoritaria, ya que solamente el 37% de los hombres y el 39% de las mujeres se duchan todos los días, según un estudio sobre hábitos de consumo realizada por una empresa privada.
A pesar de las muchas diferencias de opiniones respecto al tema, los expertos aseguran que la piel está preparada para soportar una ducha al día. Sin embargo, los dermatólogos insisten en que no es nada recomendable alargar las duchas, ya que no beneficia en absoluto a la piel, si no la seca; estas no debería exceder los 5 o 10 minutos diarios. Así mismo, la Universidad de San Diego advirtió que el exceso de agua y jabón puede debilitar la piel y aumentar la posibilidad de infecciones.
Otro punto de controversia en relación al tema de las duchas, es la temperatura de ésta. Existe la creencia que un baño caliente relaja los músculos y mejora la recuperación. Por otro lado, aseguran que el agua tibia abre los poros. Sin embargo, también se afirma que las duchas de agua fría aportan múltiples beneficios fisiológicos: mejora la circulación y el sistema inmunológico, el cabello deja de caerse, estimula el estado anímico, incrementa los niveles de energía e incluso presenta beneficios económicos, ya que ahorra energía.
No debemos olvidar que el éxito de una beneficiosa ducha esta también ligado a los productos que utilizamos. Los jabones o gel de ducha deben ser suaves y neutros. Debemos evitar en la medida de lo posible los jabones con perfumes, ya que podrían provocar alergias, y utilizar jabones con aceites. En casos de piel seca restringiremos el uso del jabón a las zonas olorosas (axilas, zona genital, plantas de pies).
Y tú, ¿qué prefieres, una duchita caliente o fría?
„40% de las ideas creativas, surgen en el baño. La mayoría, mientras se toma una ducha.”