Estamos constantemente bombardeadas por la palabra “amor propio”. Conocidos, amigos, las redes sociales y artículos de publicidad nos hablan de las acciones que, supuestamente, significan amarse a uno mismo. Sin embargo, cuando admitimos que la mayoría de estas cosas no las hacemos, nos sentimos mal, como si estos pasos a seguir fueran más que una sugerencia sino una obligación en nuestra sociedad contemporánea.
Abres los ojos y un par de minutos después estás revisando el móvil. Adviertes que no hay ningún mensaje importante de la noche anterior -o ningún mensaje en absoluto- y entonces comienzas a revisar las redes para toparte con fotografías de desayunos super saludables y bellísimos que parecen de revistas, videos de personas haciendo ejercicio sin sudar, recomendaciones de libros para leer en una semana, gente meditando por una hora diaria y un montón de cosas más que lo único que tienen en común es que te empujan a hacerte sentir bastante mal contigo misma, porque si no las haces, entonces “no te quieres”, “no te valoras”, “no tienes amor propio”. Es así como intentamos adoptar algunos de estos hábitos, la mayoría de veces sin éxito, para que al final nos sintamos peor con nosotras mismas.
Sí, yo también lo he pensado, a mí también me encantaría simplemente comprar ese amor propio que tanto nos venden. No voy a mentirte, debo decirte una mala noticia, pero a cambio te revelaré un secreto que pocos te dicen.
¡El amor propio no se compra! No lo conseguirás en una tienda o en internet a precio de oferta, pero lo que hoy te revelo es que eso que llaman ‘amor propio’ está ya en ti, incluyendo las prácticas de este, en mayor o menor medida, lo importante es practicarlo.
¿Recuerdas el dicho “la práctica hace al maestro”? pues aquí aplica también, practica el amor propio como atleta que entrena para hacerse experto; si aprendes a practicar cada día el amor propio, entonces te harás una experta en ello. ‘Experta en el amor apropio’, ¡qué bonito suena!
Pintarte las uñas, tomarte tranquila ese café en la tarde, meterte en la ducha y encerrarte para bañarte en calma, son también rutinas de bienestar y de amor propio. Poner esa canción que tienes en la cabeza y bailar sin que nadie te vea, comerte ese trozo de chocolate con los ojos cerrados para disfrutarlo aún más, ¡eso también amor propio!
El pasar de tener esas pequeñitas rutinas de autocuidado a grandes e importantes hábitos que te hagan sentir muy bien, comenzará en primer lugar por sentirte en paz contigo misma, en paz contigo completita. Eso es, en paz con lo que eres y con lo que no también. Con tus luces y sombras.
Cuando empieces a admitir que tirarte en el sofá a revisar el móvil solo para reírte un rato no solo está bien, sino que te lo mereces y que puede significar hacerte sentir mejor ese día, entonces querrás dar pasos más grandes para comenzar a sentirte así de bien y en paz contigo misma de manera más seguida.
Podrás poco a poco -y a tu ritmo- mejorar tus hábitos de alimentación, ser menos sedentaria, tomarte el tiempo para leer algo que te guste, o inscribirte en esa actividad que te encantaría hacer dos veces por semana.
Querida lectora, las redes sociales no son la vida real, son apenas una ventana a una parte bien arreglada y fríamente calculada de la vida de esa persona a la que sigues en redes.
Las vidas de las personas de verdad, como tú y como yo, generalmente están llena de caos, con días buenos y otros no tanto, con habitaciones desordenadas y pataletas de los chicos, con noticias preocupantes de tu familia y trámites complicados. La clave está en que, en medio de tu realidad, sepas hacerte cada vez más de esas cosas que te hacen sentir bien a ti; que te funcionan para mantener tu paz y tu balance.
Al final el amor propio, ese que no se compra en ningún lado, va también de aprender a que la opinión de los demás te importe cada vez menos y, que en cambio, te dediques a hacer en mayor medida lo que a ti te haga sentir bien, confiando que todas y cada una de las respuestas que necesitas ya están dentro de ti.